Comienza la ruta.

    De nuevo llega el momento de elegir el destino del viaje y no lo tenemos nada claro. Barajamos Myanmar, Egipto, Sudán, México... pero a cada opción le vemos un inconveniente. Un oportuno mensaje de Txentxo nos clarifica un poco las cosas: 
- ¿por qué no la niña de mis ojos, Nicaragua?-
    No se hable más. Si un tío tan viajado nos lo recomienda...  por algo será.
       Aterrizamos en la capital, pero pueden más las ganas de ponernos en marcha que visitar la poco atractiva Managua. Por lo que montamos las bicis, hacemos las alforjas y a pedalear.
    Rápidamente nuestros cuerpos deben aclimatarse al calor, a la comida, pero sobre todo al ritmo pausado con que se toman la vida los nicaragüenses.
 
    Tras unos kilómetros llanos por la Panamericana, abandonamos ésta y empezamos un continuo subeybaja hacia las montañas del norte.

Montañas del norte.

 Esta zona es la más fresca del país  y disfrutamos pedaleando por un terreno montañoso. 
   Nos acercamos a la Selva Negra, una antigua estancia cafetera reconvertida hoy en día en un destino de ecoturismo. Aire fresco, paseo acompañado del estruendo chillido de los monos, observar colibrís, pollas de agua, avetoros... será toda nuestra actividad. 







    Dejamos atrás las localidades de Matagalpa y Jinotega. Nuestra intención es acercarnos a la zona más septentrional del país, cercana a la frontera con la vecina Honduras. Nuestros mapas no se corresponden con la información  que nos facilitan la población local, por lo que haciendo caso a estos últimos abandonamos el asfalto y por una pista tan bella como sinuosa y dura rodamos hacia nuestro destino.






   En los alrededores de la localidad de Somoto, recientemente han descubierto un cañón, o mejor dicho la forma de sacarle rendimiento económico a éste. Y aunque no supera en belleza a muchos de los cañones que tenemos en Pirineos, nos concedemos una jornada de descanso de bicicleta, para acompañar al río Coco por el angosto lugar.
 
    Una actividad bastante más arraigada que el descenso de barrancos en Nicaragua, es el baseball. Cualquier descampado, calle o patio es suficiente para lanzar y batear la pelota.

 
    Y los días feriados no serían lo mismo sin el partido oficial contra el pueblo de al lado. En ocasiones, en lugares tan maravillosos como este terreno de juego en lo alto de las montañas en la zona de San Juan de Limay.


    Sin embargo el ciclismo no es un deporte tan popular y aunque mucha gente se desplaza en bicicleta, ésta es más un medio de transporte que un elemento de ocio. Todo llegará, aunque haya que cargar a la espalda el kit de reparación de pinchazos.


León



    Dejamos atrás las montañas del norte y ponemos rumbo hacia el pacífico, pero antes tendremos que atravesar la cadena de volcanes que discurre paralela a la costa oeste. No desaprovechamos la ocasión de acercarnos a uno de los más jóvenes (apenas 150 años), el Cerro negro. Aunque para llegar a este haya que arrastrar la bicicleta.

    La última erupción en 1999 dejo un paisaje totalmente yermo, pero poco a poco la vegetación va ganando terreno.
No sin dificultad, pedaleamos la veintena de kilómetros que nos separan de León.
   León es junto a Granada una de las ciudades mejor conservadas del país. Algo curioso, pues soportó duros combates durante la revolución sandinista y fue uno de los enclaves donde la guardia del dictador Somoza se empleó con más dureza, como lo recogen numerosos murales por toda la ciudad.


    En León tenemos el placer de conocer a Jorge Sanchez. Este cicloviajero vallisoletano lleva varios meses recorriendo el continente americano. Disfrutamos de su compañía, así como la de sus paisanos que se han acercado a Nicaragua a visitarle.

Pacífico nicaragüense

    A partir de León comenzamos a pedalear en dirección Sur. A veces por carreteras paralelas a la costa y...
... otras muchas, por el mismo litoral.

    Desde Masapacha no tenemos otra opción si queremos seguir la costa que rodar por la misma playa. Y cuando la mar está baja y la arena dura, se deja pedalear. Pero...
... en algunas zonas no nos queda más remedio que empujar nuestras bicicletas.




    Pretendemos costear hasta la turística localidad de San Juan del Sur, pero la gente nos advierte que no existe otra ruta que salir de nuevo a la Panamericana. Preguntamos a unos y otros en busca del "tonto" que nos confirme que hay una alternativa. Al final encontramos una mujer mayor que recuerda que de joven iba caminando hasta San Juan.
    No se hable más. Allá que vamos.
    Empujando la bici, vadeando ríos, pero siempre para adelante.

    Al fin, arribamos a San Juan del Sur.

Isla de Ometepe

    Abandonamos el océano Pacífico para dirigirnos a un mar de agua dulce, el lago Cocibolca o lago Nicaragua. A bordo de un ferry cruzamos a la isla de Ometepe.
    El Concepción es el volcán más alto de la isla, pero nosotros nos disponemos a visitar a su hermano menor, el volcán Maderas.

    Durante una jornada, cambiamos bicicleta por la mochila y caminamos por los embarrados senderos de esta selva húmeda. La ascensión se hace costosa debido al terreno resbaladizo, el calor, la humedad. Pero como contrapartida, disfrutamos de una flora y fauna espectacular. Incluso tenemos la suerte de ver uno de los últimos aborígenes sin apenas contacto con la civilización el homo rochapeansis.




Ultimas pedaladas

    Dejamos Ometepe y pedaleamos hasta el destino más visitado de Nicaragua, la ciudad de Granada.
    Un par de jornadas de descanso para recorrer esta antigua ciudad colonial.


    Rodeamos la laguna de Apoyo camino de la ciudad de Masaya.
    Es domingo y como cada festivo en esta ciudad, hay fiesta en la calle.
    En la última jornada de pedaleo nos desviamos hasta el borde del cráter del activo volcán de Masaya.

El Caribe nicaragüense.


    Nos despedimos de nuestros compañeros y tomamos un bus hasta la localidad de Rama, donde termina el asfalto. Desde aquí la forma más rápida y cómoda para llegar al Caribe es la panga.
    De esta manera llegamos a Bluefields. En apenas una jornada desde Managua, parece que hayamos cambiado de país.
    Otro idioma, otros rasgos, otro ritmo...


    La temporada de lluvia en esta zona del país es más larga que en el resto y no deja de descargar chaparrones ocasionales hasta febrero, por lo que la visita a Laguna de Perlas debemos hacerla siempre mirando el cielo.
 
    Saltamos a Corn Island y aunque el sol gana la partida a la lluvia, el fuerte viento de los pasados días ha revuelto la mar, por lo que nuestra intención de disfrutar de mar y sus profundidades se desvanecen. Habrá que dejarlo para mejor ocasión.